13 feb 2013

TRES AMIGOS. Capítulo I - "Inicios y cuelgue sin importancia"

 
Nacimiento - Algo que comienza sin saber cómo tiene que acabar.
 
Defunción - Cuando ya no puede pasar nada nuevo y no se pueden, ni siquiera, repetir acontecimientos.
 
Vida - No tengo ni puta idea de lo que es la vida.
 
 
 
 
 
 
TRES AMIGOS
 
CAPÍTULO I
 
Inicios y cuelgue sin importancia
 
 
 
 
- Hombre Pollo, ¿cómo andas? llevábamos tiempo sin vernos, ¿no?...
 

 
...- Ya te digo, Curi, a ver si viene pronto el Cabe, que siempre se lía, le dijiste la hora de quedar adelantada, ¿no?.
 
- Sí, cuarto de hora antes, como siempre, para que llegue cuarto de hora después. Con lo difuso que es el tío estará haciendo otras cosas. Mira, por ahí parece que viene.
 
- Pero ¿Qué pasa? ¿si sois la mitad que hace cuatro meses, cómo se nota que estamos a dieta, ¿eh?
 
- Ya ves tío, lo que es cuidarse. A ti tampoco te veo nada mal. Bueno, y ¿cómo va esa vida?
 
 
Aquí están estos tres personajes, amigos desde la infancia que, por cosas de la vida, no se ven tanto como antes. Uno, el Cabero, está lejos y viaja bastante, otro, el Pollo, está algo trastornado y no se puede contar con él para mucho, y el Curi, el pobre, pues a veces está sólo, pero bueno, lo lleva bien. Más o menos.
 
Son tres muy buenos amigos que fueron inseparables durante la adolescencia y la primera parte de la juventud, aunque no siempre se llevaron bien, claro, como todo grupo siempre tuvieron sus más y sus menos, pero, al final, acababan por arreglar todos los encontronazos.
 
El primero que llegó al barrio era el Curi, al que llamaban así por su tendencia a llorar de pequeño, fue un mote del colegio. Pese a que su nombre era Ernesto Resente Chevarri, lo cual daba para bastantes combinaciones en cuanto a apodos, le comenzaron a llamar El Sensible en preescolar, y luego el Curaçao, derivado de ello, al hacerles gracia un anuncio de la televisión en el que salía un brasileño llorando que se parecía mucho a Ernesto, y de ahí el Curi, que es como se le conoce en el lugar desde hace años. Él es el único de los tres que siempre ha vivido en el barrio de Martín Rico, que no era ni de gente pobre ni de gente bien posicionada, era un barrio de los de toda la vida, de los típicos que existen bordeando el centro de cualquier ciudad media, como era, en este caso, Garrote, una localidad ni muy grande ni muy pequeña, ni muy bonita ni muy fea, vamos, un lugar corrientucho pero agradable para vivir.
 
El Curi comenzó a ir a preescolar, sin ser muy consciente todavía de nada, no era más que un crío. Allí conoció a Cabero, llamado así por su primer apellido, de nombre Durán y cuya madre era de los Zarzamora de toda la vida. Sus padres llegaron a Garrote cuando él era pequeño, y le metieron en la escuela bien pronto, para que pudiera aprender como es debido. Era bastante diferente a Curi. No solía llorar, ni mostrar mucho sentimiento. Era tirando a callado, pero tampoco le importaba hablar si hacía falta. Se le veía espabilado y a alguno le sorprendió que se llevara bien con el llorón del Curi, que era todo lo contrario, callado, pero por timidez, y tampoco muy buen estudiante, puesto que se distraía con mucha facilidad. De hecho, a los profesores no les hizo mucha gracia que se juntaran, veían que ese niño tan difuso podría ser una mala influencia para un niño tan listo como Cabero. Pero no hubo manera, se hicieron amigos y ya está.
 
En esos primeros años les pasaron muchas cosas, fueron aprendiendo a vivir y a tratar con otra gente. Casi siempre juntos, lo cual tiene mérito. Pudieron ver cómo, por primera vez de muchas, una niña despreciaba el querer del pobre Curaçao, al que de pequeño siempre le daban calabazas, o cómo el Cabe pasaba de las chicas y hacía tonterías en clase porque se aburría al acabar los deberes, y comenzaba a desarrollar cierto humor fino que luego sería una de sus señas de identidad.
 
No fue hasta los trece años cuando conocieron a Pollo, al tercero en discordia. Fue el típico chico que viene nuevo al colegio, ya en séptimo de Educación General y que, desde el principio, se ve que algo no anda bien en su manera de pensar ni actuar. Era el típico que siempre quería llamar la atención y estaba siempre salido, con las hormonas subidas hasta el techo la mayor parte de los días. Tenía una forma de ser graciosa pero soez. Abusaba demasiado de los chistes fáciles y del escándalo, pero bueno, no parecía mal chico del todo, aunque a los profesores no les gustó nada.
 
Lo más sorprendente es que se hizo bastante amigo de Cabero y el Curi. Por lo que sea conectaron, de tal manera que fueron inseparables durante todo el colegio. Era extraño, porque Pollo, de nombre real Ricardo Pío Santos, al que llamaron pollo, precisamente, como gracia por su primer apellido, tenía facultades para formar parte del selecto grupo de macarras del colegio, sin embargo, y esto fue muy esperanzador para los profesores, Pollo conectó con estos dos amigos y consiguió defenderles durante años de los ataques de los típicos abusones de escuela. Y les defendió porque, como Cabero era muy frío y Curi muy cobarde, nunca conseguían enfrentarse a nadie de manera creíble cuando se metían con ellos, y eso les podría haber dado muchos problemas, aunque fuese más adelante, porque en esos momentos todos eran demasiado pequeños para andar con historias.
 
Y ahí acaba la explicación de por qué estas tres personas se conocen, el principio de una vida unidos, no en todo momento juntos ni de acuerdo pero, como se veía al inicio, de vez en cuando, ya con más de 30 años, quedaban para charlar y ponerse al día, con unas cuantas cervezas de por medio.
 
 
 
Po - Bueno Cabe, y ¿qué te cuentas? ¿Qué tal estás con lo de la ruptura?
 
Ca - Pues no mal, la verdad es que dejarlo con ella me ha dado mucho más tiempo para hacer mis cosas. Ahora me he metido al tema de los idiomas, a escribir, a leer, a hacer cosas con la asociación, y muchos temas más. Es una pena lo que nos pasó, pero mira, si no puede ser no puede ser, y no me arrepiento de haber dado este paso.
 
Cu - Pero estuvisteis un porrón de años, ¿no?
 
Ca - Sí, pero lo que no podíamos hacer era seguir porque lleváramos tanto tiempo. Había que dejarlo y ya está. Lo bueno es que los dos sabíamos hablar.
 
Po - Si me llega a pasar a mí a lo mejor la preparo, con lo que me cuesta contenerme la mala ostia en esos casos.
 
Cu - No lo jures macho.
 
Ca - Bueno, y vosotros, cómo andáis, lleváis más tiempo que yo sin churri, ¿habéis mojado algo?
 
Po - Pues yo estoy desde hace tiempo un poco raro. Me ponen muchas pero como que no me merece la pena ir por ahí intentando nada. Y mira cómo he sido yo siempre, pero vamos, que no. Con alguna he tonteado y poco más, en los últimos meses.
 
Ca - Pues qué raro en ti, porque siempre has estado a unas y a otras, aunque tuvieses alguna un poco más estable. Desde la Anabel, que sí que te enganchó, no recuerdo que dejaras de intentar con otras. No sé, será cosa de la edad.
 
Po - Será.
 
Ca - ¿Y tú? Curi, te veo muy apagado. ¿Te recuperaste ya de tu ruptura con la Soraya? Esa te dejó tocado, pero ya es casi medio año el que ha pasado.
 
Cu - Pues mirad, la verdad es que he estado un buen tiempo sin pensar en ninguna. Salvo en el viaje este con los de la carrera, en la que tuve un inicio, pero al final se me pasó también. De hecho, llegó un momento, hace nada, en el que estaba de puta madre, feliz, sin objetivos de ese tipo, pero con una sensación de libertad de la leche.
 
Ca - Muy bien tío.
 
Cu - Ya, pero no sé qué pasó el sábado, que me colgué sin sentido por una a la que casi ni conozco.
 
Ca - Pero tío, siempre estás igual, mira a ver si piensas un poco más con la cabeza, joder.
 
Cu - Ya chacho, pero no lo puedo evitar. Y el caso es que no tiene sentido, pero no sé, supongo que, después de tanto tiempo, necesitaba sentirme otra vez así. Lo que no entiendo es por qué tuvo que pasar justo después de reconocerme a mí mismo lo bien que estaba como estaba. Fue la leche, esa noche, según conducía, analicé lo bien que estaba, sin nervios, ni prisas, ni tensiones, ni nada. Estaba como un señor. De hecho, hasta estaba comenzando a rendir en el trabajo como debe ser.
 
Ca - Pues vaya cagada tío, mira que te lo tengo dicho, que cada cosa a su tiempo.
 
Cu - Ya, y ahora estoy mejor, que ayer estaba totalmente descentrado, como ansioso. Lo que te digo, yo creo que hacía mucho tiempo que no me sentía así y el cuerpo me lo pedía. A ver si con unos días...
 
Po - Pero, ¿estaba buena?
 
Ca - Siempre igual, Pollo, ostias.
 
Po - Vale, que sí, ¿pero lo estaba? Si lo estaba haberle entrado, que es lo suyo.
 
Cu - Ya, pero no hubo manera, no encontré el momento, ya sabéis que soy torpe de cojones para esos temas. Pero vamos, que tampoco busqué nada, ni me dio la sensación de tener opción de nada concreto, fue más al levantarme al día siguiente.
 
Po - Lo que eres es un pardillo. Pero ¿estaba buena o no?
 
Ca - Y encima te cuelgas, lo que te digo, gilipollas es poco.
 
Cu - Joder, ¡cómo estamos! Que no me he colgado, que ha sido la típica tontería de pensar en alguien después de tanto tiempo dándome igual todo. Debería estar un poco más vivo a la hora de enganchar, eso sí, pero bueno, otra vez será. Por cierto, no estaba mal, la verdad.
 
Po - Sí, otra vez será, como siempre te pasa, y luego nunca es otra vez. Atontado.
 
Cu - ¡Y tú payaso! Que sabrás mucho, pero ligas casi lo mismo que yo. Imbécil.
 
Po - Bueno, es que cuando voy contigo me frenas con tus tonterías.
 
Ca - Ya estamos dando la nota otra vez...
 
,,,
 
Y así, se pusieron a discutir, como tantas y tantas veces les pasaba, hasta que les acabó mirando todo el bar, asustado por los gritos. Tenían una forma de ver la vida muy diferente, pero se ayudaban mucho entre ellos, como se puede ver.
 
La noche acabó bien, acordaron quedar más veces, ahora que Cabero iba a quedarse más tiempo en Garrote, sobre todo los fines de semana. La borrachera posterior en este martes cualquiera les hizo recordar que vivieron muchas aventuras sin importancia pero curiosas, propias de cualquier grupo de chavales de esa edad. Es posible que, según pase la vida, esas historias vuelvan a proyectarse.
 
 
 
 

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