21 nov 2012

Con poca Presión se acaba la Pasión



Oye Damián!

Qué quieres?
 
Pues que tengo una sensación extraña, es como si yo no existiera!

Sí María, me parece bien, magdalenas para desayunar, qué ricas

Pero... me estás escuchando?

Sin problema, mañana lo hago. Gracias por recordármelo. Qué haría yo sin tí?

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 CON POCA PRESIÓN SE ACABA LA PASIÓN

 
 (Este cuento está basado en hechos reales y el tema a tratar es bastante triste, delicado y de difícil solución. Es por ello por lo que algunos nombres están camuflados, para evitar ensañamientos y perjuicios contra ciertos protagonistas)...
 
 


 
 
tk, ay!
tk, aj!
tk, joder!
tk, oj! tk, ostia! tk, ah! tk, duele! tk! iiii! tk, para ya!
tkt, oh!
tk, la madre...! tk, me tocó! tk, y así todo el día! tk, vale ya!
tk, uf!
 
 
 
 
V- Vale, parece que ya se ha ido, hoy ha sido para poco, venía sin fuerzas. A ver mañana.
 
A- Tenemos que ir pensando en la fiesta del mes que viene, eh? que nos lo tenemos ganado, bueno, no todas, que las de siempre ahí están, en plan vago.
 
¡¿- Bueno tía, tampoco seas así, qué le vamos a hacer nosotras, si no gustamos y hemos pasado de moda.
 
A- Ya vino la típica a decir que son cosas de los avances y demás, ya me gustaría estar como tú, no veas cómo duele cuando el bestia este nos sacude, clásica de mierda.
 
¡¿- Joder tía, ya me gustaría a mí que pudiéramos trabajar todas lo mismo, tampoco me gusta veros cómo os duele cuando os toca con las manos, ni tampoco el tener que verlo sin poder hacer nada. Qué quieres que te diga? se supone que yo tenía mi función, hasta que el vago este dejó de verme útil. Creo que dentro de poco no hará falta que las que son como yo estemos en estas organizaciones. Y a ver a dónde vamos, si no tenemos dónde caernos muertas. Si no es por este tipo de trabajos yo no sé lo que me hubiera tocado ser.
 
A- Lo dices como si esto fuese un chollo, ya me gustaría verte a ti con el tío este todo el día encima, a ver si estabas tan remilgada. Mira, no me hables! Déjame en paz de una vez y vete con tus amigas las sanas, y déjanos a las que tenemos la cara desgastada de tanto currar.
 
V- Va a ser lo mejor, cada loca con su tema, venga! a callar todas y punto!
 




 
Hola, me llamo ¡¿ y soy infeliz. Podría sentirme afortunada porque tengo un trabajo que me da de comer pero, en el fondo, no me llena. Por una parte, no estoy sobre explotada como la mayoría de mis compañeras, que sufren el acoso diario del que llamamos el "Patrón". Siempre presionando, siempre tocando de más. Es una pena, todas estamos dolidas por la forma en que nos trata. Además, parece adicto a ello. Algunas veces, con energía, acosa y da tralla durante más de cuatro horas seguidas a la plantilla. Y cuidado no tenga algún momento de trabajo intenso para sólo un departamento, cosa que cada vez pasa menos, por cierto, pero a veces puede ser así. Va por épocas. La coge con las cuatro aisladas del piso de abajo, del ala derecha, y con algunas de la sala grande, las que están en la izquierda, aparte de la pobre larga del piso de abajo y la gorda de que suele estar al extremo de la sala grande, al lado de las especiales, y no las suelta - a estas dos últimas les tiene mucha manía, será porque las ve más -. Con cara de ido y enfermo mental aprieta y aprieta hasta hacerles casi sangrar, mientras las demás sólo podemos mirar sin decir nada, sólo encogiéndonos cuando las escuchamos gritar de dolor. A veces también nos toca, no creas, sobre todo cuando no le sale como espera o como quiere,  que se pone a golpear a diestro y siniestro. Es de las pocas veces que me toca a mí y a algunas, pero duele igual. Nosotras, las de la planta de arriba, somos menos utilizadas, por eso de que las del edificio anexo hacen más o menos la misma función que nosotras, aunque de manera más especializada. A muchas de mis compañera el Patrón sólo las usa, o las abusa, mejor dicho, cuando la función a realizar es muy eventual, o para tareas diferentes, siempre acompañadas de alguna de las de abajo, porque hay temas para las cuales prefiere martirizar a dos a la vez, o a tres, se ha llegado a dar el caso. Da cosa verlas llorar cuando acaba con ellas, qué posturas más raras hace el Patrón en esos casos y qué asco da verlo, la verdad.

La verdad es que mi trabajo es una mierda, no me gusta nada, ya podéis imaginar de qué va el tema. Pero hay algo peor, bastante peor, y es que noto que ya no valgo para mucho. Tengo una función en la organización bastante clara, pero limitada y pasada de moda. Al principio no tenía tanto problema porque me sentía aliviada de que no me presionaran como antes porque, en tiempos, el Patrón solía dirigir su dedo hacia mí con más frecuencia. Nunca fui de las más tocadas, nada que ver con las de la sala grande o la planta de abajo, pero sí que era de las preferidas de la planta de arriba. Mi función no la podían hacer las del edificio anexo, que era lo que pasaba con muchas de mis colegas de piso, y no siempre me tenían que ayudar desde abajo a tener contento al Patrón, aunque a veces sí, sobre todo cuando me entraban las dudas, pero cuando gritaba fuerte era yo sola la que sacaba la labor adelante, aunque luego lo tuviera que acabar mi compañera del otro extremo. Pero era normal, yo sólo me encargaba de iniciar el trabajo, para que lo cerrara mi colega de al lado o la mencionada del otro extremo, aunque las dos necesitaban siempre ayuda de abajo, no como yo.

Ahora es raro que mi tarea sea iniciar, como pasaba antes. Me han dejado para cuando el cliente es más formal, cuando se mide más el protocolo y las antiguas costumbres, entonces el Patrón sí que me empuja con fuerza, pero tampoco demasiado, porque no suele ser tan necesaria mi labor. Eso sí, a la que está a mi lado y a la del otro extremo sí que la usa, da igual quién sea el cliente, que acaban recibiendo lo que quieren de ellas. Les duele, sí, pero bendito dolor corporal, que les vacía el dolor del alma. Yo me siento inútil.

Pero el mayor problema no es ese, que también, pero no es el mayor. Lo peor es el desprecio de mis compañeras. Recuerdo cuando llegaron las nuevas, con funciones rarísimas que no eran fáciles de entender, y las colocaron allí arriba, en el ático, abriendo una clara separación de todas nosotras. Hasta tenían distinto uniforme y no nos dijeron ni sus nombres, sólo se denominaban con claves que no indicaban claramente ni su función ni su apellido, sólo números, era muy extraño, nos sonaba a ilegal o a ganas de ocultar algo, pero bueno, llegó la tecnología y parece ser que hacían falta este tipo de trabajadoras. Para más inri, el Patrón casi no las tocaba nunca, ni las presionaba. Solía tener miedo de utilizarlas, porque tampoco sabía muy bien de su poder y le daba pavor tener problemas. Así que, cuando por fin tiraba de ellas, lo hacía con cuidado y tacto, no fuera a ser que se la liaran. Aun así, a alguna le cogió el truco y alguna vez se propasaba, pero siempre midiendo los tiempos y con la que veía que no tenía peligro.

Pero volvamos al momento en el que estas nuevas entraron a la organización. Todas las trabajadoras antiguas les pusimos verdes, nos parecían tan inútiles como las del piso de arriba de las aisladas de abajo, del ala derecha - las aisladas de abajo eran esas pobres a las que el Patrón, sobre todo cuando era joven, más usaba para jugar y pasarlo bien, aunque a veces se pusiera violento con ellas, y lo pagara luego con todas las demás. Las de su piso de arriba, por contra, eran menos utilizadas tanto para jugar como para trabajar - las cuales también llegaron más o menos a la vez, también tenían aire de técnicas y funciones nuevas, y el Patrón las usaba con cuidado. Pero esas, por lo menos, tenían nombres reales, aunque se escribieran en inglés en su mayoría. Se las veía avanzadas, pero podrías llegar a saber para qué valían y qué es lo que podían hacer. De hecho, el Patrón la cogió una época con una de ellas, la fotógrafa, a la que tuvimos que consolar varias veces, porque no entendía nada, ella valía para bastante más, pero el Patrón la usaba para chorradas. Así como otra a la que el Patrón sólo trataba con ella cuando se le iba la mano, que solía estar dos puestos por debajo de la fotógrafa. Eran encuentros desagradables, porque ese acto solía hacer que parte del trabajo del Patrón fuese más incómodo. El Patrón entonces presionaba a su compañera, la que está inmediatamente arriba, para que volviera a recomponer la situación anterior, aunque el Patrón lo solía hacer de muy malos modos. Estas prácticas no han parado todavía, y nos traumatiza a la mayoría de nosotras. Eso sí, cuando hay algún problema grave y el trabajo de la empresa se bloquea, la única manera de intentar empezar otra vez es con la pobre a la que parece que siempre la da por error. Le tienen que ayudar dos compañeras de abajo pero lo sacan adelante, no sin llorar, porque a veces la presión del Patrón es, además de fuerte, repetida e insistente.

Pero dejemos de hablar de ellas y volvamos con las de arriba. La cuestión es que, cuando vinieron las divinas de arriba, a las que el Patrón tenía tanto respeto, todas las trabajadoras con más antigüedad, y las que veníamos haciendo lo que siempre ha habido que hacer en organizaciones de este tipo, estuvimos poniendoles a caldo, por inútiles y especiales. No sufrían el trabajo cotidiano y estaban... no sé... como más reconocidas, encima!. Nos parecía una vergüenza y estábamos todas bastante unidas contra ellas.

Pero todo cambia. Como hemos dicho, el Patrón comenzó a coger confianza con las de la azotea, y con algunas de las del ala derecha del edificio principal, y con algunas de mis compañeras de planta, a las que usaba, sobre todo, para numerar aisladamente, y a veces más de continuo, o para darle más complejidad a las contraseñas que el Patrón debía utilizar, o para cumplir ciertos códigos impuestos por las nuevas tecnologías de comunicación.

Y así me siento yo de marginada, como las compañeras de arriba, cuando entraron. Sólo que más sola. Yo me quedé en desuso. Puede que sea de las pocas que cada vez tienen una ocupación más reducida, y el resto de compañeras, como he comentado, cada vez están más contra mí. Me siento inútil con una función tan limitada como desfasada. Y no es culpa mía, son los tiempos. La influencia de la cultura anglosajona y la falta de tiempo de la gente ha hecho que el Patrón ya no me mire, ni me ordene tareas, ni me toque, siquiera. Me siento vieja, dolida en el alma, despreciada por mis compañeras de trabajo, y con miedo, porque es más que posible que mis funciones las acaben por absorber algunas de mis compañeras y a mí me dejen en la calle.

A veces me consuelo con mi amiga Ç, que es bastante poco utilizada también, y el resto de compañeras también se ríen de ella, por eso hacemos frente común. Aunque ella sí tiene futuro, en Francia y en Cataluña sus funciones se demandan bastante más, y eso, por ahora, hará difícil que le rescindan el contrato. Ella tiene miedo de que le hagan como a mí, que la disuelvan, pero sería complicado, su tarea principal puede ser bastante concurrente en cualquier momento y las otras compañeras no tienen tan claro cómo les pueden meter una función así sin estorbar las que ya tienen. Aun así, por lo menos nos apoyamos, no es mala gente.

Y bueno, esa es mi vida. Realmente creo que no tengo mucho remedio, puesto que hasta los defensores de que mi organización realice trabajos correctos en la mayoría de los casos, sobre todo en los más distendidos, no quieren saber nada de mí. De hecho, ni siquiera yo he exigido trabajar en este proyecto, que habla de mi vida. Es una pena, pero tendré que hacerme a la idea de que dentro de no mucho me acabaré despidiendo de esta organización. De hecho, voy a hacerlo ya, acabo el último trabajo y me retiro a descansar, que llevo tiempo deseándolo. Aunque no sé de qué voy a vivir a partir de ahora, pero bueno, tendré que ir a algún programa de reciclado para ver en qué me pueden convertir. Supongo que, tarde o temprano, a todos nos pasará lo mismo.

Pues eso, espero que os guste mi último trabajo, un poema a la patrona de nuestra organización, en el que, por lo menos esta vez, que no siempre, voy a trabajar. A continuación lo tenéis:
 
 
 
¡Oh! Santa. Indudable que Santa tú eres.
¡Oh! Santa, ¿Qué martillos prefieres?
¿Dedos de hombres o de mujeres?
¿Dedos insistentes o crueles?
Escritor de medio pelo, ¿por qué no abres la interrogación?
Escritor de medio pelo, ¡Vuelve a abrir la exclamación!
Santa Tecla ¡Defiéndeme ante el ignorante Patrón!
Santa Tecla, ¡Protege mi carcasa y mi corazón!

 


(Como habrá podido suponer, ni mi compañera A es mi compañera A, ni V es V. Fueron otras teclas las del primer diálogo, las que me hirieron y se mostraron crueles, y he camuflado su nombre porque, en el fondo, les tengo aprecio y no dejan de ser sufridoras, como yo. Disculpe el lector las molestias que esta práctica le haya podido ocasionar)
 

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